Actúa oportunamente contra el ACV

Infórmate sobre la fisiopatología de un Ataque Cerebrovascular

ACV fisiopatología

ACV fisiopatología

La fisiopatología del ACV se basa principalmente en la alteración al flujo sanguíneo que trastorna la irrigación cerebral. Así, el ataque cerebrovascular es el resultado de una lesión u obstrucción en un vaso sanguíneo que conlleva a un déficit en el suministro de sangre al tejido cerebral, manifestándose a través de una serie de síntomas persistentes durante 24 horas o más. Este trastorno puede presentarse por un evento isquémico, hemorrágico o por otra alteración en los vasos sanguíneos.

Como se ha manifestado anteriormente, la irrigación cerebral se genera por cuatro grandes arterias que emergen de un tronco primario llamado arteria aorta y ascienden por el cuello y la nuca hasta penetrar en el cráneo. Por la porción anterior del cuello ascienden las arterias carótidas comunes y por la nuca (o región posterior) ascienden las arterias vertebrales. Las arterias carótidas se dividen a su vez: arteria carótida externa, que irriga la cara y otras estructuras: lengua, cavidad oral, faringe, músculos cervicales) y la arteria carótida interna que irriga la porción anterior del encéfalo.

Así mismo, las arterias vertebrales forman la arteria basilar, que irriga el cerebelo y el tronco cerebral. A su vez los hemisferios reciben el suministro sanguíneo de las arterias cerebrales anterior, media y posterior. Cabe mencionar que las arterias cerebrales anteriores y medias son ramas terminales de las arterias carótidas internas.

De la misma manera, desde el corazón la sangre arterial cargada de oxígeno y de nutrientes, se impulsa a través de la arteria aorta para ser distribuida a todos los órganos del organismo con la finalidad de aportar las sustancias imprescindibles para el mantenimiento de su actividad metabólica, glucosa y oxígeno.

“....el cerebro corresponde al 2% de la masa corporal, sin embargo consume el 15 % del gasto cardíaco, lo que se puede traducir como un flujo vascular cerebral de 55 a 75ml/100 gr de tejido cerebral/por minuto”. De tal manera que si la irrigación cerebral disminuye por debajo de 55 ml, consecuente a una obstrucción o lesión generará una reducción de ATP, aumento de lactato y producción de radicales libres que afectan la estabilidad de las neuronas conduciendo a una necrosis cerebral por deficiencia de oxígeno y nutrientes. En conclusión, la fisiopatología del ACV consiste en la alteración en la irrigación cerebral por eventos embólicos, trombóticos o hemorrágicos.

¿Cuáles son los síntomas de un ACV ?

  • Debilidad, entumecimiento o parálisis en la cara, brazos, o piernas, especialmente en un lado del cuerpo.
  • Dificultad para hablar y entender.
  • Pérdida de la visión en uno o los dos ojos, o visión doble.
  • Dificultad para caminar, acompañado de mareos o pérdida del equilibrio o la coordinación.
  • Dolor de cabeza intenso y repentino sin causa conocida, que puede en ocasiones estar acompañado de vómitos.
  • Dificultad para deglutir.

¿Cómo prevenir la aparición de un ACV?

La prevención consiste en el control de los factores de riesgo a partir de la adopción de estilos de vida saludables. Entre los factores modificables se encuentra el tabaquismo, debido al potencial efecto dañino que genera sobre el endotelio de los vasos sanguíneos puede aumentar hasta 3 veces el desarrollo de un ACV.

Por otro lado, el consumo consumo excesivo de alcohol puede incrementar los niveles de triglicéridos, aumentando el riesgo de formación de placas de ateromas, y por ende ACV. Debido a esto, se recomienda modular el consumo de cualquier sustancia con contenido de alcohol.

El ejercicio regular reduce el riesgo de accidente vascular cerebral debido a la regulación de la hipertensión arterial y la reducción de masa corporal que puede contribuir con los individuos que presentan obesidad. Es recomendable realizar actividad física de intensidad moderada, con una duración mínima de treinta minutos y cinco días por semana.

Los factores nutricionales están enfocados en disminuir el consumo de sodio por su asociación a la hipertensión arterial. Incrementar los niveles de ácido fólico, de vitaminas B6 y B12, frutas y legumbres en cantidades, y porciones establecidas ya que pueden generar beneficios gracias a su efecto antioxidante. Limitar el aporte de lípidos en los alimentos, sobre todo las grasas saturadas o trans, ya que pueden depositarse en los vasos sanguíneos y formar placas de ateroma que posteriormente promoverán la formación de trombos.

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